Un día Joás ordenó a los sacerdotes: «Recojan todo el dinero que cada persona traiga al templo del Señor como ofrenda sagrada, incluso el impuesto del censo, el dinero de votos personales y todas las ofrendas voluntarias. 5 Cada sacerdote debe tomar el dinero de manos de su propio tesorero, y usarlo para restaurar el templo y reparar todo lo que esté dañado».